Yo escribo un diario todos los días, donde principalmente escribo acerca de mi experiencia mientras me deslizo a través del mundo. Puede ser acerca de las diferentes culturas, ó como la gente hace las cosas comunes de manera diferente. Puede tratarse también de una reflexión acerca de pasadas experiencias, o pensamientos generales acerca de la vida. Ésta es la primera vez que comparto un día de mi diario con los lectores de este blog. El diario está ilustrado con un corto video acerca del evento del que estoy escribiendo – La chica de la India. Haciendo clic en la foto podrás ver la versión en inglés. Aquí está la versión en islandés. Almorcé en uno de los restaurantes típicos familiares situados en una de las autopistas más largas. En el mundo occidental eso no podría categorizarse como restaurante, sino más bien como un refugio. Los estándares de limpieza son diferentes a lo que yo estoy acostumbrado, pero me encanta ver la manera en la que la gente prepara y cocina los menús. El viaje ha ido muy bien y no he tenido que parar muy a menudo para descansar. Decidí tomar un largo desayuno, pedí una especie de menú de habas con pan naan. Mientras tomaba mi menú, vi como algunas personas se reunieron alrededor de mi motocicleta. Algunos se montaron y sus amigos les hicieron fotos. No interferí y les permití que lo hicieran. Tras el menú me eché en las tablas bajas que la gente usa para comer y conseguí echarme una siesta durante unos minutos. Mientras comía, vi a una chica que estaba trabajando como asistente del dueño del restaurante. Ella no era camarera, pero fregaba los platos, pelaba patatas y otras muchas tareas. Ella era una de las personas más infelices que había visto en la India. No había ningún encanto o alegría en ella. Ella tenía una luminosa piel marrón, pelo oscuro y ojos marrones. Los colores de su ropa hacían juego con sus propios colores y lo ladrillos del fondo. Ella era la modelo del día, pero yo sabía que nunca conseguiría que posase para mí. Por lo que le pregunté al dueño del restaurante si podía hacerme una foto con él y su mujer. Me corrigió al instante, no era su mujer, tras una pequeña conversación, la chica quería unirse a la foto. Tomé varias fotografías, pero mi principal foco de atención era ella. Le pregunté al dueño si podía tomar un retrato de ella sola y a él le cogió por sorpresa. Me costó mucho que la chica mirase fijamente a la cámara. Era como si ella estuviese en algún otro lugar, pero finalmente miró a la cámara. Rara vez había tomado una foto de una persona con unos ojos tan apagados, sin alegría ni vida, nada. Tras la sesión de fotos, me puse la mano en el pecho y agaché la cabeza en señal de respeto, porque estrechar ó tocar la mano de un extraño no era adecuado Hubo un pequeño cambio en el gesto de la cara de ella y un pequeño movimiento de labios, lo que interpreté como una pequeña sonrisa. La grabación del Diario del 25 de mayo 2014 os recomiendo que leáis el texto antes de visualizar el video, tras leerlo volví a mi tablet y pensé en esa chica. Quizás ella pertenecía a los intocables? una clase social muy baja en la India. Esas personas nacen en con ese estatus, y casi nunca tienen la oportunidad de cambiarlo. Desafortunadamente, no tenía con quién discutir esa cuestión y mis preguntas quedaron sin resolver. Mi menú costó 80 rupias – menos de un dólar, y le pagué al dueño del restaurante. Como tenía otras 80 rupias en mi bolsillo, se las di a la chica como agradecimiento por la molestia de la sesión de fotos. Me preparé para marcharme, colocándome las protecciones de las rodillas, la protección del pecho, el cinturón de seguridad, el agua y mi casco. Me acerqué a mi motocicleta y cuando estaba a punto de salir y atravesar la multitud agolpada, la chica apareció con su mano extendida, Nunca me había pasado algo así en un país musulmán o hindú. Le estreché la mano y fue chocante; su acto fue simple pero una gran muestra de respeto. Con su apariencia humilde y hermosa me dijo: » Gracias por respetarme y tratarme como un ser humano» – ‘o al menos es como yo interpreté ese acto. Allí de pié, completamente equipado con mi casco puesto y probablemente con el aspecto de un alíen y no de un ser humano. Le abracé y la besé en ambas mejillas, como un instinto natural. Me tenía que marchar porque la multitud allí agolpada se dio cuenta de que el viajero alrededor del mundo se iba y todas las preguntas que la gente hacía necesitaban una respuesta. Nunca antes, me habían pedido suvenir ó que firmase autógrafos en el brazo de una persona. Por supuesto me debía a la multitud e hice ambas cosas. El chico que consiguió mi suvenir me pidió que esperase porque él quería darme algo. Tras 15 minutos, sus amigos llegaron en una moto con una bufanda Hindú, como regalo de despedida. La multitud aplaudió y realmente aprecié ese gesto de todos ellos.



